En Mendigutxi el tiempo se detiene, el bosque inunda la casa por los cuatro costados, el fluir del río abraza a la casa y nos hace sentir plenamente acogidos y reconfortados. Xabi y Elena nos mimaron para sentirnos como en casa; y los robles, hayas y abedules que pueblan este pequeño valle se dejan sentir como parte de la propia casa. En este paraje todavía se conserva un ecosistema silvopastoril, donde árboles centenarios, robles bravos más jovencitos, insectos, pájaros, ovejas, vacas y hongos pueblan en una verdadera comunidad, donde cada elemento da lo mejor de sí y cada ser vivo sólo toma lo que necesita.

En definitiva, esta casa para nosotras es la prolongación del bosque, donde se respira oxígeno recién fabricado y donde el amor maternal de la naturaleza (amalurra) se abre paso sin obstáculos. Fue una experiencia que cambio nuestras vidas y donde encontramos justo lo que necesitábamos. Estamos profundamente agradecidos. Volveremos.